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domingo, 10 de junio de 2012

Spieluhr~Blau


The Night Sun, By: kjajw
El charco

Era sábado por la noche, apenas se escuchaba el murmullo de alguien caminar a altas horas, y él procuraba no encender las luces del Honda verde que manejaba. El lejano sonido de la lluvia chocar contra el pavimento era cegado por el coche, que iba completamente cerrado, nada por aquí, nada por allá, nadie quería saber que él estaba allí, él no quería que se enteraran que estaba allí.

Las ventanas cerradas le empezaban a sofocar, pero se había prometido no abrirlas, empañadas ya del calor que hacía dentro del coche. Las gotas de lluvia trasvinaban débilmente encima de las ventanas intentando entrar fallidamente, pues él mismo se había asegurado que, a pesar de estarse muriendo de calor, no abriría las ventanas en ningún momento.
Dio vuelta con el volante hacía la izquierda, manejando grácilmente el coche, y cerciorándose antes cuidadosamente de que nadie estuviera allí en la calle, esforzando muchísimo la visión ya que los focos del automóvil iban apagados, y la única luz que expandía era la chispa de un cigarrillo que el conductor llevaba en la boca ya muriendo, pues esparcía sus últimas cenizas débilmente. El coche era envuelto por el olor a tabaco, y ni que decir de la nube que había allí expandida sin poder salir. Si no lo encontraba rápido…si no lo encontraba rápido…
Paró frente a una pocilga, unas tablas corroídas por comején y agua parecían ceder ante su suerte, pero se sostenían aún milagrosamente de otras bases de madera y de latas de zinc que se aglomeraban de forma extraña, formando parches y cubriendo huecos oscuros. Había un único hueco por el cual salía luz muy pobre, quizás de un bombillo barato y de baja corriente.
Bam.
Sonó algo parecido al disparo un revolver por todo el asqueroso lugar, se escurrió ingeniosamente hasta el coche y a su vez los oídos del conductor. Este apretó el volante y se mordió el labio, mientras una pequeña gota de sudor resbalaba por la nariz y muchas otras más por el cuello. En la boca, estaba mordiendo el trozo de cigarrillo que tenía allí colocado y consumido, y seguía mordiéndose el labio con bastante fuerza, no notaba el dolor, sólo una enorme preocupación sobre el futuro, no notaba la abundante sangre que manaba de la herida que seguía haciéndose más grande…
Estrépitos.
Salió del tugurio un hombre con ropas holgadas casi saltando sobre sus dos piernas, hacía la izquierda y apuntando un revolver muy largo contra la salida de la pocilga, de donde había salido, un trozo de lata de zinc.
Abrió la puerta que se había decidido desde hace mucho tiempo abrir y de ella salió una combinación de humo de tabaco con humedad y olor a sudor. Sin pensarlo dos veces el tipo con el revólver entró desesperadamente, tirando la puerta del coche más duro de lo que debía, oh, eso iba a joder bien a la puerta en un futuro.
—Jey, asegúrate de que no nos sigan—
Él sintió como el hígado se le encogía de ira.
—…Encima de que te ayudo… ¿exiges? Eres un imbécil…—había una nota de nerviosismo e ira combinada con miedo reprimido en la nota del tono del conductor. Apretaba el volante y tenía los hombros muy rígidos.
—No me eches la bronca, también tienes tú la culpa—un dejo de molestia invadía su voz,  aunque ambos sabían que eso era tan falso como intentar decir que su amistad era sincera. Por el espejo retrovisor se contemplaba como cargaba de nuevo el revólver, sustituyendo la única bala perdida.
—Cállate Val, por tu maldita boca estamos en esta jodida situación…no, TÚ, estás en ésta situación, habré accedido hoy a ayudarte simplemente por el hecho de que no podías salvarte el pellejo hoy, pero no esperes que venga corriendo de nuevo en tu salvación la próxima vez que te busque Fájdalom
—Jammed…eh… ¿no me dejarás solo con este problema verdad?—dijo con terror e ironía sosteniendo los harapos holgados que usaba y acomodándose el gorro de montaña negro que portaba.
—Lo siento Val, te ayudaré hoy en todo lo relacionado con esto, pero es sólo ésta noche, y te irás al extranjero con el din…—
¿No estarás hablando en serio verdad? Ese dinero…ese dinero era para la universidad…—interrumpió con voz casi incrédula.
—Puedo trabajar y estudiar al mismo tiempo…después de todo no es tan difícil…— un suave acento alemán se escapó de entre sus palabras, y un deje de tristeza y determinación contrastaba en lo que decía. Se encogió ligeramente de hombros.
Valerkey y Jammed eran amigos desde que lo recordaba, su amistad era casi como la de hermanos, pero nunca eran muy sinceros el uno con el otro, a pesar de que Valerkey siempre hacía de oídos sordos a los problemas de su amigo, por debajo siempre le ayudaba, sin que se diera cuenta, y lo mismo pasaba más o menos con Jammed, aunque él era un poco más directo cuando lo ayudaba, y siempre lo hacía de forma que sus proezas parecieran pagarle a su amigo la bebida un día normal en la taberna, lo hacía de manera que parecieran acciones insignificantes…
…Como justo ahora…
El coche avanzaba muy rápido a pesar de que llevaba sólo una luz encendida. Era un automóvil viejo y por ello tenía sólo un foco delantero que sirviera, pero corría como el demonio, por eso Jammed adoraba aquel carro, aunque tuviera que deshacerse de él después de aquello…no le importaba hacerlo por su amigo, daba igual un mugroso automóvil comparado con su casi hermano (eso creía él). El sofoco dentro de allí no había aminorado, y aún había humo de cigarrillo de marca barata flotando en el aire con casi pereza. El olor inconfundible de sudor no se quedaba atrás, intentando competir con el del cigarro e intentando mostrar pinceladas de liderar por su parte…un olor ácido…y un aroma frívolo y floreado, los sudores de ambos se combinaban en un olor extraño junto con el tabaco.
—Mierda Jaimy…creo que Falcon nos está siguiendo en el Ferrari…—
¿Qué?...joder ni siquiera El Demonio Verde puede contra eso…
— ¿Y si llegamos cerca del Banco Blanco?—
— Si nos pilla un inspector de tránsito estamos fritos…no nos sirve irnos por las carreteras tan…centralizadas—
—Pero…—
—Tsk…no lo sé…suena a plan muy arriesgado…—aún mantenía la velocidad alta. El tanque de combustible estaba lleno, El Demonio Verde podría seguir corriendo bastante tiempo sin importar el tiempo, pero sólo de noche, no le servía para nada pasear aquel auto llevando placas falsas al viento, y mucho menos le sonaba la idea de terminar con un puñal encajado en el pecho y una bala en la cabeza…no, al menos aún no…aún no.
Jammed volvió a morderse la herida de los labios que ya estaba rota, haciendo que nueva sangre brotara. Su afilado colmillo izquierdo se aseguraba de hacer cada vez más profunda la herida y de esa forma manara cada vez más sangre. Se sentía oprimido y acorralado, y a pesar de que llevaba la adrenalina al tope, no podía ir por allí metiéndose con la mafia de verdad a puñetazos. Por ahora se concentraba en volcar todo aquello en su labio y en como conducía, doblando violentamente y haciendo que El Demonio Verde corriera a su máxima velocidad. Gruesas gotas de sudor bajaban de su cabeza, abriéndose paso entre la oscura mata de cabello negro brillante, grasoso y caído por el peso de la grasa, pues él no se lo había lavado en los últimos días.

El cigarrillo, el cual sólo había quedado un trozo insignificante, había caído encima de la gabardina rojo sangre de Jammed, los seis botones (tres de cada lado) se mantenían todos cerrados, y aunque esa era otro de los valiosos objetos de Jammed, prefería reservarse su opinión y amor que tenía hacía esa prenda, y lo mencionarlo sólo si era necesario. No notó que el cigarro ya consumido y apagado estaba encima de su preciada gabardina.
Los cristales bañados de agua del Demonio Verde lo ponían loco, no podía creer que precisamente ese día estaba lloviendo, era una locura. Se veía que los Dioses no lo amaban para nada, y menos con aquella sinfonía de truenos tan preciosa que tenían. Se alegraba al menos de que el parabrisas izquierdo sirviera, pues el derecho no se movía nada.
Dobló violentamente de nuevo, haciendo que el coche casi frenara. Se veían más coches cada vez, y la solitaria calle donde estaban antes había desaparecido, para abrir paso a una nueva, una donde no faltaban coches deambulando a media noche, personas huyendo de la cotidianidad de sus mugrosas vidas, intentando llegar tarde para evitar encontrar el rostro rojo de sus parejas pidiendo explicaciones, huyendo de lo que no podían huir, pues a pesar de que odiaban aquella rutina, no podían, o más bien, no querían despegarse de ella…
—Ya casi estamos Val…—dijo mirando a través de la empañada ventana a su izquierda, desvió su atención por un momento, pues aunque no distinguía mucho a través de la empañada ventana pudo ver alguna luces rojas y azules en la calle que estaba a su izquierda.
— ¿Crees que Falcon haya…?—dejo la frase al aire.
—…No quiero ni pensarlo…—trago grueso poniendo de nuevo su atención al frente.
—Es posible…ya sabes que Fájdalom tiene muchos contactos…—
—Tranquilízate, puede ser cualquier otro asunto, incluso un accidente de tránsito…no nos tenemos que poner paranoicos. —
—Pero…—
¡QUE TE CALLES CON UN DEMONIO!—gritó exaltado el amo. Valerkey se pegó contra el asiento de coche, intentando hundirse y desaparecer en él…su amigo estaba exaltado y era su culpa…sólo suya y de nadie más…Sonrió como si un trocito minúsculo de locura se le hubiese pegado al cerebro, sonriendo cómo si eso fuera divertido o de alguna manera causara gracia, intentó controlar ese sentimiento, pues sólo estaba transformándolo en culpa innecesaria, y se estaba echando toda la culpa él…No, las cosas no funcionaban así…
El resto del trayecto fue en silencio.
Ah, la vida, cuando toca la puerta……Dulce tenor de ángeles y demonios, dulce lira de Dioses, dulce inspiración de musas.
Él, sólo él cargaba aquello, y nadie más, ya que él mantenía todo eso ¿qué era eso…?  Eso, eso, eso, eso, eso, él, él, él, él, él…eso él solo.
Ruedas, sólo ellas, ¿qué sabía ellas de él? Nadie sabía nada de nadie, ¿quién era quién?...
Humo.
El Demonio Verde se vio a centímetros de un trozo de hormigón, las llantas despedían un nauseabundo olor a hule quemado.
Él rotó sus ojos drogados, en la nube de tabaco, sudor y humedad, con letargo, blanqueados… Le faltaba algo, pero no lograba recordar qué, lo vi en sus ojos, él quería recordar algo, y aún intentaba luchar contra aquello, aunque no pudiera, voluntad fuerte, voluntad fuerte. Nop, él simplemente no podía. Demonios, que simple era Jammed.
—Te odio…—pronuncie con suavidad en su oído, mientras sentía como las palabra salían de mi boca con suavidad elegante—ahh…—sentí casi como su debilidad caía en mis brazos, como la visita de la muerte a un soldado sangrante, como este se entregaba a los brazos de ella.
Olía a sangre, un olor a metal delicioso…cuanto lo amaba, su suavidad, como la del viento, y su tranquilidad como el agua, su color…
Dispararon, pude ver como eso había perforado la gabardina roja de Jammed, deje de abrazarme a mí mismo en medio del éxtasis, y dediqué una mirada desinteresada a aquellos que tenía frente a mí. Un solo hombre de cabello dorado y ojos plateados. Su parpado inferior izquierdo tenía un tatuaje que simulaba formas estúpidamente rectas, con flechas.
Me vi a mi mismo reflejado en sus ojos plateados, vi en el suelo a Valerkey…Vaya, que forma tan sucia.
Me mantuve recto, con la cabeza vuelta hacía un lado.
— ¿No cree que es una hermosa noche? Sólo hay que ver como el agua bajo nuestros pies refleja la negrura del cielo…ahh…y ese delicioso olor a sangre, me trae tan fragantes recuerdos… ¿No lo cree igual Sr.Falcon?
La frialdad de su mirada me respondió inmediatamente, al tipo le daba igual aquel hermoso escenario.
—Los muertos no deberían hablar. Si no se hubiera involucrado con ese tipo, quizás no tendría que colgar su cabeza junto a la suya.
Me di mi tiempo para sonreír abiertamente y voltear de nuevo mi cabeza.
— ¿Mi cabeza?...o ¿La de Jammed?
— ¿Acaso se volvió loco por ver a su colega allí tendido en el suelo muerto? —me devolvió la sonrisa.
—Las marionetas no debería hablar ¿sabe?...sólo…deberían morir dulcemente—dije con delicadeza, posando de nuevo los brazos a mi alrededor con suavidad y miraba hacía el cielo.
Él seguía manteniendo aquella pistola en alto, apuntándome.
Spieluhr…Blau.
Sentí su frío tacto metálico, sus gritos, sus recuerdos.
Di una vuelta sobre mí mismo, viendo el nerviosismo de mi interlocutor, clavé mi codo en su rostro, sintiendo levemente el tacto gelatinoso del ojo, a pesar de que tenía aquella gabardina roja encima; soltó su pistola casi de inmediato, patee su estómago, golpee su nuca con el codo de nuevo, y con la rodilla golpee con dureza sus dientes.
Cayó al suelo.
—Hace mucho mucho tiempo…las basuras como usted no podían existir en este mundo ¿lo sabía? —sonreí mientras veía como la sangre se había embarrado por todo el rostro—que aspecto más desagradable joven Falcon, los jóvenes de hoy día…tienen un arma y ya puedes ver… intentan matarte y se creen geniales con sus porquerías. Ni si quiera tiene el valor de disparar, que irónico ¿no? —lo sostuve del cuello de su saco grisáceo mientras sostenía mi querida navaja.
—Te estoy en deuda, hace mucho Jammed no me dejaba dar un paseo o divertirme…Pero realmente—mi cara se contorsionó en asco y odio—Te atreviste a dispararle a Valerkey…Te atreviste escoria…
Una, otra y otra vez, pude ver como la carne se incrustaba en el filo, contemplé con fascinación como todo terminaba bañado con la lluvia y como se combinaba con la sangre…roja… ¿azul?
Sonreí para mí mismo, mi cuerpo estaba empapado ¿Lluvia o sangre? No importaba en lo absoluto, la sola sonrisa y el tacto de mis propios dientes me hacía feliz allí; cuan menos iluminado era ese lugar, más se reflejaban las estrellas en los charcos, pequeños puntos blancos reflejados en aquel líquido oscuro, reflejando el cielo.
…Cuan más oscuro…
Movilicé a Valerkey al coche y entré en él. Guarde mi amada navaja en la preciada gabardina de Jammed, sonreí y arranqué, no sin echar una última mirada a los ojos de Falcon, las dos esferas blancas de gris mirándome desde algún lugar fuera de sus propias cuencas.
Reí.

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