The Night Sun, By: kjajw
El charco
Era sábado por la noche, apenas se escuchaba el murmullo de alguien
caminar a altas horas, y él procuraba no encender las luces del Honda verde que
manejaba. El lejano sonido de la lluvia chocar contra el pavimento era cegado
por el coche, que iba completamente cerrado, nada por aquí, nada por allá,
nadie quería saber que él estaba allí, él no quería que se enteraran que estaba
allí.
Las ventanas cerradas le empezaban a sofocar, pero se había prometido no
abrirlas, empañadas ya del calor que hacía dentro del coche. Las gotas de
lluvia trasvinaban débilmente encima de las ventanas intentando entrar fallidamente,
pues él mismo se había asegurado que, a pesar de estarse muriendo de calor, no
abriría las ventanas en ningún momento.
Dio vuelta con el volante hacía la izquierda, manejando grácilmente el
coche, y cerciorándose antes cuidadosamente de que nadie estuviera allí en la
calle, esforzando muchísimo la visión ya que los focos del automóvil iban
apagados, y la única luz que expandía era la chispa de un cigarrillo que el
conductor llevaba en la boca ya muriendo, pues esparcía sus últimas cenizas
débilmente. El coche era envuelto por el olor a tabaco, y ni que decir de la
nube que había allí expandida sin poder salir. Si no lo encontraba rápido…si no
lo encontraba rápido…
Paró frente a una pocilga, unas tablas corroídas por comején y agua
parecían ceder ante su suerte, pero se sostenían aún milagrosamente de otras
bases de madera y de latas de zinc que se aglomeraban de forma extraña, formando
parches y cubriendo huecos oscuros. Había un único hueco por el cual salía luz
muy pobre, quizás de un bombillo barato y de baja corriente.
Bam.
Sonó algo parecido al disparo un revolver por todo el asqueroso lugar, se
escurrió ingeniosamente hasta el coche y a su vez los oídos del conductor. Este
apretó el volante y se mordió el labio, mientras una pequeña gota de sudor
resbalaba por la nariz y muchas otras más por el cuello. En la boca, estaba
mordiendo el trozo de cigarrillo que tenía allí colocado y consumido, y seguía
mordiéndose el labio con bastante fuerza, no notaba el dolor, sólo una enorme
preocupación sobre el futuro, no notaba la abundante sangre que manaba de la
herida que seguía haciéndose más grande…
Estrépitos.
Salió del tugurio un hombre con ropas holgadas casi saltando sobre sus
dos piernas, hacía la izquierda y apuntando un revolver muy largo contra la
salida de la pocilga, de donde había salido, un trozo de lata de zinc.
Abrió la puerta que se había decidido desde hace mucho tiempo abrir y de
ella salió una combinación de humo de tabaco con humedad y olor a sudor. Sin
pensarlo dos veces el tipo con el revólver entró desesperadamente, tirando la
puerta del coche más duro de lo que debía, oh, eso iba a joder bien a la puerta
en un futuro.
—Jey,
asegúrate de que no nos sigan—
Él sintió
como el hígado se le encogía de ira.
—…Encima de
que te ayudo… ¿exiges? Eres un imbécil…—había una nota de nerviosismo e ira
combinada con miedo reprimido en la nota del tono del conductor. Apretaba el
volante y tenía los hombros muy rígidos.
—No me
eches la bronca, también tienes tú la culpa—un dejo de molestia invadía su voz, aunque ambos sabían que eso era tan falso
como intentar decir que su amistad era sincera. Por el espejo retrovisor se
contemplaba como cargaba de nuevo el revólver, sustituyendo la única bala
perdida.
—Cállate
Val, por tu maldita boca estamos en esta jodida situación…no, TÚ, estás en ésta
situación, habré accedido hoy a ayudarte simplemente por el hecho de que no
podías salvarte el pellejo hoy, pero no esperes que venga corriendo de nuevo en
tu salvación la próxima vez que te busque Fájdalom—
—Jammed…eh… ¿no me dejarás solo con este problema verdad?—dijo con
terror e ironía sosteniendo los harapos holgados que usaba y acomodándose el
gorro de montaña negro que portaba.
—Lo siento Val, te ayudaré hoy en todo lo relacionado con esto, pero es
sólo ésta noche, y te irás al extranjero con el din…—
— ¿No
estarás hablando en serio verdad? Ese dinero…ese dinero era para la universidad…—interrumpió
con voz casi incrédula.
—Puedo trabajar y estudiar al mismo tiempo…después de todo no es tan
difícil…— un suave acento alemán se escapó de entre sus palabras, y un deje de
tristeza y determinación contrastaba en lo que decía. Se encogió ligeramente de
hombros.
Valerkey y Jammed eran amigos desde que lo recordaba, su amistad era
casi como la de hermanos, pero nunca eran muy sinceros el uno con el otro, a
pesar de que Valerkey siempre hacía de oídos sordos a los problemas de su amigo,
por debajo siempre le ayudaba, sin que se diera cuenta, y lo mismo pasaba más o
menos con Jammed, aunque él era un poco más directo cuando lo ayudaba, y
siempre lo hacía de forma que sus proezas parecieran pagarle a su amigo la
bebida un día normal en la taberna, lo hacía de manera que parecieran acciones
insignificantes…
…Como justo ahora…
El coche avanzaba muy rápido a pesar de que llevaba sólo una luz
encendida. Era un automóvil viejo y por ello tenía sólo un foco delantero que
sirviera, pero corría como el demonio, por eso Jammed adoraba aquel carro,
aunque tuviera que deshacerse de él después de aquello…no le importaba hacerlo
por su amigo, daba igual un mugroso automóvil comparado con su casi hermano (eso
creía él). El sofoco dentro de allí no había aminorado, y aún había humo de
cigarrillo de marca barata flotando en el aire con casi pereza. El olor
inconfundible de sudor no se quedaba atrás, intentando competir con el del
cigarro e intentando mostrar pinceladas de liderar por su parte…un olor ácido…y
un aroma frívolo y floreado, los sudores de ambos se combinaban en un olor
extraño junto con el tabaco.
—Mierda Jaimy…creo que Falcon nos está siguiendo en el Ferrari…—
— ¿Qué?...joder
ni siquiera El Demonio Verde puede contra eso…
— ¿Y si
llegamos cerca del Banco Blanco?—
— Si nos
pilla un inspector de tránsito estamos fritos…no nos sirve irnos por las
carreteras tan…centralizadas—
—Pero…—
—Tsk…no lo
sé…suena a plan muy arriesgado…—aún mantenía la velocidad alta. El tanque de
combustible estaba lleno, El Demonio Verde podría seguir corriendo bastante
tiempo sin importar el tiempo, pero sólo de noche, no le servía para nada
pasear aquel auto llevando placas falsas al viento, y mucho menos le sonaba la
idea de terminar con un puñal encajado en el pecho y una bala en la cabeza…no,
al menos aún no…aún no.
Jammed
volvió a morderse la herida de los labios que ya estaba rota, haciendo que
nueva sangre brotara. Su afilado colmillo izquierdo se aseguraba de hacer cada
vez más profunda la herida y de esa forma manara cada vez más sangre. Se sentía
oprimido y acorralado, y a pesar de que llevaba la adrenalina al tope, no podía
ir por allí metiéndose con la mafia de verdad a puñetazos. Por ahora se
concentraba en volcar todo aquello en su labio y en como conducía, doblando
violentamente y haciendo que El Demonio Verde corriera a su máxima velocidad.
Gruesas gotas de sudor bajaban de su cabeza, abriéndose paso entre la oscura
mata de cabello negro brillante, grasoso y caído por el peso de la grasa, pues él
no se lo había lavado en los últimos días.
El
cigarrillo, el cual sólo había quedado un trozo insignificante, había caído
encima de la gabardina rojo sangre de Jammed, los seis botones (tres de cada
lado) se mantenían todos cerrados, y aunque esa era otro de los valiosos
objetos de Jammed, prefería reservarse su opinión y amor que tenía hacía esa
prenda, y lo mencionarlo sólo si era necesario. No notó que el cigarro ya
consumido y apagado estaba encima de su preciada gabardina.
Los
cristales bañados de agua del Demonio Verde lo ponían loco, no podía creer que
precisamente ese día estaba lloviendo, era una locura. Se veía que los Dioses
no lo amaban para nada, y menos con aquella sinfonía de truenos tan preciosa
que tenían. Se alegraba al menos de que el parabrisas izquierdo sirviera, pues
el derecho no se movía nada.
Dobló
violentamente de nuevo, haciendo que el coche casi frenara. Se veían más coches
cada vez, y la solitaria calle donde estaban antes había desaparecido, para
abrir paso a una nueva, una donde no faltaban coches deambulando a media noche,
personas huyendo de la cotidianidad de sus mugrosas vidas, intentando llegar
tarde para evitar encontrar el rostro rojo de sus parejas pidiendo
explicaciones, huyendo de lo que no podían huir, pues a pesar de que odiaban
aquella rutina, no podían, o más bien, no querían despegarse de ella…
—Ya casi
estamos Val…—dijo mirando a través de la empañada ventana a su izquierda,
desvió su atención por un momento, pues aunque no distinguía mucho a través de
la empañada ventana pudo ver alguna luces rojas y azules en la calle que estaba
a su izquierda.
— ¿Crees
que Falcon haya…?—dejo la frase al aire.
—…No quiero
ni pensarlo…—trago grueso poniendo de nuevo su atención al frente.
—Es
posible…ya sabes que Fájdalom tiene muchos contactos…—
—Tranquilízate,
puede ser cualquier otro asunto, incluso un accidente de tránsito…no nos
tenemos que poner paranoicos. —
—Pero…—
— ¡QUE TE CALLES CON UN DEMONIO!—gritó
exaltado el amo. Valerkey se pegó contra el asiento de coche, intentando
hundirse y desaparecer en él…su amigo estaba exaltado y era su culpa…sólo suya
y de nadie más…Sonrió como si un trocito minúsculo de locura se le hubiese
pegado al cerebro, sonriendo cómo si eso fuera divertido o de alguna manera
causara gracia, intentó controlar ese sentimiento, pues sólo estaba
transformándolo en culpa innecesaria, y se estaba echando toda la culpa él…No,
las cosas no funcionaban así…
El resto
del trayecto fue en silencio.
Ah, la vida, cuando toca la puerta……Dulce tenor de ángeles y demonios,
dulce lira de Dioses, dulce inspiración de musas.
Él, sólo él cargaba aquello, y nadie más, ya que él mantenía todo eso ¿qué
era eso…? Eso, eso, eso, eso, eso, él,
él, él, él, él…eso él solo.
Ruedas, sólo ellas, ¿qué sabía ellas de él? Nadie sabía nada de nadie,
¿quién era quién?...
Humo.
El Demonio Verde se vio a centímetros de un trozo de hormigón, las
llantas despedían un nauseabundo olor a hule quemado.
Él rotó sus ojos drogados, en la nube de tabaco, sudor y humedad, con
letargo, blanqueados… Le faltaba algo, pero no lograba recordar qué, lo vi en
sus ojos, él quería recordar algo, y aún intentaba luchar contra aquello,
aunque no pudiera, voluntad fuerte, voluntad fuerte. Nop, él simplemente no podía.
Demonios, que simple era Jammed.
—Te odio…—pronuncie
con suavidad en su oído, mientras sentía como las palabra salían de mi boca con
suavidad elegante—ahh…—sentí casi como su debilidad caía en mis brazos, como la
visita de la muerte a un soldado sangrante, como este se entregaba a los brazos
de ella.
Olía a
sangre, un olor a metal delicioso…cuanto lo amaba, su suavidad, como la del
viento, y su tranquilidad como el agua, su color…
Dispararon,
pude ver como eso había perforado la gabardina roja de Jammed, deje de
abrazarme a mí mismo en medio del éxtasis, y dediqué una mirada desinteresada a
aquellos que tenía frente a mí. Un solo hombre de cabello dorado y ojos
plateados. Su parpado inferior izquierdo tenía un tatuaje que simulaba formas
estúpidamente rectas, con flechas.
Me vi a mi
mismo reflejado en sus ojos plateados, vi en el suelo a Valerkey…Vaya, que
forma tan sucia.
Me mantuve
recto, con la cabeza vuelta hacía un lado.
— ¿No cree
que es una hermosa noche? Sólo hay que ver como el agua bajo nuestros pies
refleja la negrura del cielo…ahh…y ese delicioso olor a sangre, me trae tan
fragantes recuerdos… ¿No lo cree igual Sr.Falcon?
La frialdad
de su mirada me respondió inmediatamente, al tipo le daba igual aquel hermoso
escenario.
—Los
muertos no deberían hablar. Si no se hubiera involucrado con ese tipo, quizás
no tendría que colgar su cabeza junto a la suya.
Me di mi tiempo para sonreír abiertamente y voltear de nuevo mi cabeza.
— ¿Mi
cabeza?...o ¿La de Jammed?
— ¿Acaso se
volvió loco por ver a su colega allí tendido en el suelo muerto? —me devolvió
la sonrisa.
—Las
marionetas no debería hablar ¿sabe?...sólo…deberían morir dulcemente—dije con
delicadeza, posando de nuevo los brazos a mi alrededor con suavidad y miraba
hacía el cielo.
Él seguía
manteniendo aquella pistola en alto, apuntándome.
— Spieluhr…Blau.
Sentí su
frío tacto metálico, sus gritos, sus recuerdos.
Di una
vuelta sobre mí mismo, viendo el nerviosismo de mi interlocutor, clavé mi codo
en su rostro, sintiendo levemente el tacto gelatinoso del ojo, a pesar de que
tenía aquella gabardina roja encima; soltó su pistola casi de inmediato, patee
su estómago, golpee su nuca con el codo de nuevo, y con la rodilla golpee con
dureza sus dientes.
Cayó al
suelo.
—Hace mucho
mucho tiempo…las basuras como usted no podían existir en este mundo ¿lo sabía? —sonreí
mientras veía como la sangre se había embarrado por todo el rostro—que aspecto
más desagradable joven Falcon, los jóvenes de hoy día…tienen un arma y ya puedes
ver… intentan matarte y se creen geniales con sus porquerías. Ni si quiera
tiene el valor de disparar, que irónico ¿no? —lo sostuve del cuello de su saco
grisáceo mientras sostenía mi querida navaja.
—Te estoy en
deuda, hace mucho Jammed no me dejaba dar un paseo o divertirme…Pero realmente—mi
cara se contorsionó en asco y odio—Te atreviste a dispararle a Valerkey…Te
atreviste escoria…
Una, otra y
otra vez, pude ver como la carne se incrustaba en el filo, contemplé con
fascinación como todo terminaba bañado con la lluvia y como se combinaba con la
sangre…roja… ¿azul?
Sonreí para
mí mismo, mi cuerpo estaba empapado ¿Lluvia o sangre? No importaba en lo
absoluto, la sola sonrisa y el tacto de mis propios dientes me hacía feliz allí;
cuan menos iluminado era ese lugar, más se reflejaban las estrellas en los
charcos, pequeños puntos blancos reflejados en aquel líquido oscuro, reflejando
el cielo.
…Cuan más oscuro…
Movilicé a
Valerkey al coche y entré en él. Guarde mi amada navaja en la preciada
gabardina de Jammed, sonreí y arranqué, no sin echar una última mirada a los
ojos de Falcon, las dos esferas blancas de gris mirándome desde algún lugar
fuera de sus propias cuencas.
Reí.
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